Como me gusta ver crecer esta sección del blog, hoy el cuadro elegido ha sido La lechera de Burdeos, óleo sobre lienzo de dimensiones 74 x 68 cm, una de las últimas obras que pintó Goya en su voluntario exilio de Burdeos hacia 1827. El cuadro tal como la conocemos hoy, es un fragmento de lo que sería una obra de mayor tamaño. Por esa razón en la imagen no aparece ningún elemento que sirva para reconocer a la mujer como una lechera, como indica el título, solo vemos por el lado izquierdo un cántaro de barro bastante difuminado, sobre cuya panza aparece incisa la firma de Goya. Con esta obra Goya se adelanta a Courbert en lo que será el Realismo, y también a los impresionistas.
En la obra total de La Lechera de Burdeos, se vería a una muchacha sobre una montura y aparecería rodeada por varios recipientes rebosantes de de leche, mientras atravesaba las calles de Burdeos, el cual seguía la tradición de las figuras de oficios y profesiones, que se inició en el arte europeo con los primeros ejemplos italianos de principios del siglo XVII.
Sin embargo, al estar recortado el cuadro inicial, hoy tan sólo contamos con este bello retrato, casi como si fuera un busto desde un punto de vista lateral, debido a que el fondo es solo pintura y no hay nada que la localice. Tanto la composición de conjunto como la inclinación del cuerpo sugieren cierto grado de dinamismo de acuerdo con la probable concepción de una figura que marcha mediante un movimiento pausado.

Autorretrato de Goya de 1815
Goya contaba con 81 años de edad y esta tela de alguna forma, más que un retrato, es su particular homenaje a la juventud y a la belleza femenina, ya que no cumple los cánones de un retrato convencional, de hecho, la visión de Goya es bastante moderna y contemporánea. Pinta a una persona humilde y sencilla, una mujer del pueblo anónima, y la pinta sin pretensiones, academicismos ni compromisos. La lechera tiene una expresión ausente, como etérea y soñadora. ¿Está pensativa o está cansada del trabajo? En lo que si estamos de acuerdo es en lo bien que ha captado Goya sus sentimientos.
El cuadro está pintado con pinceladas muy pastosas y también muy largas, creando en la propia tela una atmósfera de luminosidad, basada en los tonos azules, azules-verdosos y los blancos que contrastan con la calidez del rostro de color rosáceo y el cabello castaño de la mujer. La falta de brillo y transparencia de los fondos.
Una de las muchas curiosidades de este lienzo es saber quién es la bella muchacha. Algunos autores avanzaron la posibilidad de que fuese Rosarito Weiss Zorrilla (hija de Leocadia Zorrilla), algo que no puede probarse por el momento.
Falsa autoría de la obra
Algunas de las razones por las cuales se dice que esta obra no es de Goya son las siguientes:
- La figura que protagoniza el cuadro “está mal encuadrada y el espacio aparece comprimido”, sin aire, como si se hubiera amputado el lienzo; detalles que contrastan con la genial “captación del ser humano en el espacio”, habitual en Goya.
- El cuadro presenta un colorido muy alejado de “la gama oscura y monocroma” que caracteriza la obra de Goya en el tramo final de su vida.
- Las referidas especialistas anotan que frente al profundo “contenido humano o psicológico” que caracteriza los retratos hechos por el pintor, este, “aunque bonito, está muerto“.
- Considerando que Goya hizo gala de ser un pintor “muy económico”, además de “delicado y sabio” en su manejo de la pincelada, choca el estilo “emborronado y sucio“.
- Se han escondido las manos de la lechera; cuando es proverbial que Goya fue un maestro pintando las manos; aunque no es menos cierto que en ocasiones las escondía, quizá por economía de trabajo o por presumir que el retratado no lo merecía.
- Otro de los grandes logros de Goya es su tratamiento del vestido. En la lechera, el ropaje aparece “rehecho”, clara indicación de que a quien fuera que pintó el cuadro… no le salían bien los ropajes.
- Y bajo los ropajes, una figura que aquí es apenas un bulto “desproporcionado y en una postura sin armonía” (siempre y cuando pueda conseguirse una postura armoniosa a lomos de una mula o un asno).
- En el campo esencialmente técnico, es insólito que Goya pintase encima de otros bocetos (aunque sí lo hacía sobre otros lienzos), ello quizá redunde en la falta de brillo y transparencia de los fondos en la lechera.
- Además de la “sonrisa inexpresiva” y de que los rizos del cabello de la muchacha “no están del todo conseguidos”. Además, posteriormente se ha observado al ser sometida a rayos-X que el moño ha sido añadido.
- Lo poco que puede verse del cántaro aparece casi como un pegote “plano y dejando transparentar el fondo”, como si hubiera sido añadido, cuando una de las claves de la pintura de Goya es la “planificación de cada detalle de antemano”.
- Para otros especialistas es casi impensable que el cuadro sea de Goya, y sí que lo fuera de Rosario Weiss Zorrilla, propuesta asimismo discutible pues Rosario solo tenía trece años en 1827, fecha en la que se supone fue realizado este cuadro
- Y finalmente, se considera falsa la firma incisa en el cántaro.
Pero de todo lo que se dice es discutible porque los que dicen que Goya jamás pintaba sobre esbozos previos, parece que no conocen el La condesa de Chinchón ya que cuando fue sometida a los rayos-X, se vio que debajo de la figura principal había dos cabezas de hombres, quizá las de Godoy y el Duque de Alba. O quizá puedan tener razón, pero sea como fuese lo importante es disfrutar de esta obra de arte.
La Lechera de Burdeos y Leocadia Zorrilla

Leocadia Zorrilla
La primera mención del cuadro aparece en una carta de Leocadia Zorrilla, compañera o ama de llaves de Goya en Burdeos, que dirige en 1830 a Juan Bautista de Muguiro banquero y comerciante conocido del artista, ofreciéndole esta obra. Según decía Leocadia, Goya mismo le había dicho que “no la tenía que dar menos de una onza” (Carta de L. Zorrilla a J.B.Muguiro, 9.12.1829). No se sabe cómo el cuadro quedó en posesión de Leocadia y su hija, ya que todas las pinturas, miniaturas, dibujos, estampas y otras pertenencias de Goya fueron recogidas de inmediato por su hijo y único heredero Javier, que sólo dejó a la madre y la hija “una cédula de 1000 francos y le queda a Ud. las ropas y muebles” (carta de Leocadia Zorrilla de Moratín, 28.4.1828). Posteriormente, por herencia a su sobrino, Juan Bautista de Muguiro y Beruete, II conde de Muguiro, quien lo legó al Museo en 1892, manteniendo el usufructo su hijo, Fermín, III conde de Muguiro. Finalmente ingresó en el Museo del Prado a su muerte en 1945.
Mirar un cuadro – La Lechera de Burdeos
Fuente | Museo del Prado
Fuente | Wikipedia
La movilización la encabezó el presidente del Frente Nacional de Productores y Consumidores de Leche (FNPCL), Álvaro González Muñoz, en el jardín La Floresta, como protesta ante las instancias estatales y federales que tienen que ver con la comercialización de la producción lechera, a quienes solicitaron revisar los esquemas de pago y compra.