Hoy te traigo uno de mis cuadros favoritos, se trata de la obra La vieja friendo huevos pintada por Diego Velázquez, en 1618 en Sevilla.
Seguramente fue pintada en el taller de Pacheco, donde se había formado y donde cultivó el género que tanto gustaba al pinto sevillano, el bodegón. Esta modalidad pictórica se diferencia de las “naturalezas muertas” porque él añade figuras humanas. Si quieres disfrutar de esta pintura al natural tendrás que visitar la National Gallery of Scottland de Edimburgo.
El asunto tratado por Velázquez en La vieja friendo huevos, supone una absoluta novedad, ya que hasta ahora nadie se había atrevido a representar en la pintura española escenas tan aparentemente triviales como la que podemos contemplar en ésta.
Velázquez pintó este cuadro cuando sólo tenía 19 años y es evidente el entusiasmo del joven pintor, pues quería detenerse en cada elemento de la tela. En el primer plano, vemos una vieja en el momento de freír unos huevos en una cazuela de barro vidriado sobre un anafe, revolviendo el aceite con una cuchara de madera, a la vez que se dispone a romper otro. Aunque algunos autores argumentan que la vieja está escalfando los huevos. Ésta levanta la mirada, con expresión de ciega, hacia un muchacho situado a la izquierda, que lleva un frasco de vino en un brazo y un melón amarillo en el otro. La escena carece de movimiento, hay una gran quietud, como si hubieran sido sorprendidos en un instante.
La composición de La vieja friendo huevos es sencilla, de pocos personajes pero está muy lograda. Se organiza en forma oval. Velázquez utiliza el recurso de las medias figuras que aparecen muy reales y cercanas al espectador, para implicarlo en la acción, lo que consigue también con la mirada del muchacho.
Ambas figuras se recortan sobre un fondo neutro, empleado para destacar aún más los contrastes entre la luz y la sombra, una de las características que le sitúan en la órbita del Naturalismo tenebrista. Esto mismo quedó plasmado en otra de sus inmortales obras, “El aguador de Sevilla” de 1620.
El realismo de los personajes es digno de mención; la suciedad del paño con el que se cubre la cabeza la anciana o el corte del pelo del muchacho nos trasladan al mundo popular que contemplaba a menudo Velázquez.
En la zona de la derecha, en una mesa, contemplamos uno de los mejores bodegones del arte español, formado por un mortero, plato con cuchillo, cebolla, jarras de cerámica. Al fondo cuelga una esportilla y en el suelo vemos un caldero de cobre.
El consumo de huevos fritos está documentado desde Averroes que decía en su libro de las generalidades de la medicina que los huevos fritos «cuando se fríen en aceite de oliva son muy buenos, ya que las cosas que se condimentan con aceite son muy nutritivas; pero el aceite debe ser nuevo, con poca acidez y de aceitunas».
En este cuadro quedan plasmadas todas las características propias del Barroco: composición con predominio de líneas diagonales y curvas, colorido variado, con un color predominante para dar unidad al cuadro, contrastes de luces y sombras; poca importancia de la línea; naturalismo y gusto por los detalles; falta de claridad y confusión en el significado, etc.
Mucho se ha escrito sobre el significado de La vieja friendo huevos. En apariencia es solamente un bodegón-cocina, una escena vulgar de una casa sevillana, pero aunque parece una imagen realista puede tratarse de una reflexión visual sobre los sentidos del tacto y de la vista como instrumentos de conocimiento de la realidad; la vieja, casi a ciegas, tantea con la cuchara entre las manos y el muchacho mira la variedad de los objetos. También, podemos leer que el historiador Julián Gállego opinaba que este pintura representa el sentido del Gusto.
No se sabe para quién lo pintó, pero está dirigido a una minoría culta, capaz de apreciar la novedad de unir los temas flamencos de cocinas con la técnica naturalista de Caravaggio. España en el siglo XVII vive una crisis política, económica y social, sin embargo es un periodo de esplendor cultural y artístico conocido como Siglo de Oro.
La clientela de los pintores la constituían principalmente las iglesias y conventos, que eran ricos y poderosos, porque los nobles y la corte preferían a artistas extranjeros, y aunque la burguesía es casi inexistente, en Sevilla podíamos encontrar a ricos mercaderes flamencos e italianos.
Diego Velázquez, aconsejado por su suegro y maestro, Pacheco, se trasladó a Madrid en 1623 donde será pintor de cámara del monarca Felipe IV. Realizó dos viajes a Italia. Pinta sobre todo retratos del rey y su familia a caballo o de caza, sin olvidar los retratos de bufones. También pinta cuadros mitológicos, religiosos, históricos y paisajes, lo que significa una novedad en el panorama español.
Pero sea cual sea el cuadro que contemplemos de Velázquez podremos comprobar el dominio magistral de la perspectiva aérea, la luz, el dibujo y el brillante colorido aplicado con una pincelada suelta, casi impresionista.
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