La segunda pintura que he escogido para la nueva sección del blog es el cuadro de Las Bodas de Caná, obra colosal (994 cm de largo y 677 cm de alto) de Paolo Caliari, El Veronés (Verona 1528 – Venecia 1588). Sería extraño pensar que alguien que vaya a París por primera vez no haya programado una visita al Museo del Louvre, pero son pocos los que han advertido, a priori, la existencia de este sensacional cuadro de El Veronés.
Las bodas de Caná fue encargada para el refectorio del convento benedictino de San Giorgio Maggiore de Venecia, estancia proyectada por Palladio y que le ocupó más de quince meses en realizar esta gigantesca pintura. Según el contrato, Veronés, que entonces tenía 34 años, recibiría 324 ducados, más la manutención y un barril de vino.
El cuadro estuvo expuesto en el refectorio de dicho convento 235 años hasta que fue expoliado por Napoleón en 1797 durante la campaña. Cuando el escultor Antonio Canova negoció para recuperar todas las obras de arte italiano confiscadas por Napoléon, dejó Las Bodas en Francia, convencido de la gran fragilidad de este lienzo.
Durante la 2ª Guerra Mundial la pintura fue trasladada al sur de Francia para protegerla, pero a su regreso a París acusó distintos daños producidos durante el transporte. Una complicada restauración se llevó a cabo entre los años 1990 y 1992, operación que desveló abundante información sobre su proceso de elaboración. Fue entonces cuando se levantaron de nuevo voces a favor de su devolución a Venecia, entre ellas la de la modelo Carla Bruni, hoy esposa del Presidente de la República Francesa. ¡Las vueltas que da la vida!
El Veronés pintó Las bodas de Caná en 1563, con casi 10 metros de largo y 7 de ancho, el tema que trata está recogido en el Evangelio de San Juan, en el cual representa el primer milagro que realizó Jesús cuando junto a la Virgen María y algunos de los discípulos, fueron invitados a una celebración nupcial en Caná (Galilea). En un momento de la fiesta, Jesús transformó las tinajas de agua en vino ya que éste se había acabado.
La singularidad de la pintura es que El Veronés fue capaz de representar la escena religiosa del Nuevo Testamento al estilo de una celebración veneciana. El artista mezcla lo profano y lo sagrado, algo usual en él. Toda esta expectación contradecía el relato evangélico, ya que la escena expresa más una festividad pagana y frívola que un sentimiento religioso, lo que originó un conflicto entre el pintor y la Iglesia Católica.
En el engranaje compositivo Cristo ocupa el centro de la escena sentado, siguiendo la tradición de los cenáculos, pero su presencia casi pasa desapercibida a pesar del nimbo luminoso que rodea su cabeza. Otro tanto ocurre con la figura de la Virgen, sentada a su lado.
Los símbolos religiosos que anuncian la Pasión de Cristo aparecen junto con el lujo de los platos y los cubiertos de plata del siglo XVI. El mobiliario, el tocador, las jarras, copas y vasos de cristal muestran el esplendor de la fiesta. En esta doble lectura, ningún detalle escapa al artista. Se mezclan elementos simbólicos de tipo religioso con la materialidad de la comida.
En la mesa se disfruta del postre, a juzgar por la presencia de azúcar, frutas y mermelada de membrillo, momento en que según el relato evangélico comenzó la escasez de vino. Pero mientras unos están disfrutando del postre un buen grupo de sirvientes que están colocados en el plano elevado se ocupan en preparar nuevos platos con animales sacrificados, entre ellos corderos que adquieren una significación simbólica.
Frente a los músicos, sobre la mesa, hay un pequeño reloj de arena, que simboliza la temática iconográfica de la “vanitas”. Es el paso de la vida hasta la llegada de la muerte. Arriba se representa el sacrificio del cordero que es el futuro de Cristo, situado debajo. Por tanto, este simbolismo nos quiere hacer entender que los placeres terrenales son válidos, pero siempre hay que ser conscientes de la llegada de la muerte.
Las bodas de Caná está diferenciada en dos partes distintas: en la parte superior los personajes se colocan en potentes escorzos y destaca la arquitectura mientras que en la zona inferior se agolpa una gran multitud de personajes. Los personajes son variopintos, aparecen representadas personas de distintas razas y en posiciones muy variadas. El artista se permite realizar un estudio detallado de cada uno de los personajes representándolos con gran realismo y minuciosidad.
En relación a la COMPOSICIÓN del cuadro podemos observar cómo la escena se enmarca en una amplia arquitectura, rasgo que lo hace precursor del barroco. En el cuadro aparecen columnas, arcos y escalinatas que son influencia de Palladio y otros grandes arquitectos de la época. Pero en lugar de utilizar la perspectiva clásica que hace converger en un único punto todas las perpendiculares en el plano del cuadro, Veronés, por las dirige a varios puntos repartidos por la zona central del lienzo, con ello abre el espacio, en vez de limitarlo.
Otro aspecto a tener en cuenta en este cuadro es el COLOR, porque junto a las gamas frías como el gris, plata, azules, también selecciona los pigmentos preciosos importados de Oriente por los comerciantes venecianos, amarillo, rojo y brillante lapislázuli utilizados en grandes cantidades para el cielo y algunos ropajes. Los colores contribuyen, por su contraste, para distinguir a cada personaje. Gracias a una restauración que duró tres años, han recuperado su fuerza y brillo, su color original
Y sobre la TÉCNICA usa un empaste ligero, lo que permite innumerables transparencias debido a que le interesa la perfección del dibujo.
Aunque es una fiesta, los participantes en ella no están ebrios ni hablan. Hay que tener en cuenta que el destino del cuadro es un refectorio benedictino, donde el silencio era algo fundamental.
La mayoría de los personajes representados en Las bodas de Caná, a excepción de la figura de Cristo, son retratos: Don Alfonso Dávalos representado como el novio, Leonor de Austria como su esposa; también se puede ver a María de Inglaterra y Francisco I, a Carlos V y hasta Solimán I. Así pues, están representados todos los grandes de la época.
Como dato curioso decirte que el Veronés se inmortalizó en el óleo tocando la viola con una túnica blanca frente a Tiziano que tocaba el contrabajo ataviado con túnica roja. Tintoretto está situado tocando la viola en segundo término y Bassano es el flautista. En la composición aparecen más de 130 figuras representadas.
En casi todos los cuadros importantes de Veronés, los perros ocupan un lugar significativo. Siempre en primer plano o como acompañantes de sus amos.
A diferencia de otros artistas y talleres que pintaban los perros más o menos en serie, aquí podemos ver una gran variedad de razas, posturas y actitudes.
Y ya por último mencionar que el pequeño detalle del perro que asoma la cabeza por la balaustrada apareció en la sección de “La parte por el todo” del programa Saber y Ganar.
Genial! Menuda explicación! Lo vi en directo y la verdad es que es espectacular.
Me encanta esta nueva sección!
Un abrazo
Me parece una información muy interesante no sabía de la existencia de este cuadro. Me encanta la nueva sección de tu blog.
Saludos!