Como me gusta ver crecer esta sección de cuadros relacionados con la gastronomía, porque te aseguro que aunque tengo en mi lista muchos cuadros que me gustaría compartir contigo cada vez que visito un museo sigue creciendo. En esta ocasión he escogido el cuadro de Los Borrachos o El Triunfo de Baco de Velázquez que también puedes disfrutar en el Museo del Prado en Madrid.

1628 – 1629. Óleo sobre lienzo, 165 x 225 cm
Los Borrachos o El triunfo de Baco fue pintado en Madrid, probablemente por encargo del rey Felipe IV, entre 1626 y 1629, fecha ésta en que se realizó el pago. En la capital Velázquez puede contemplar la colección de pintura italiana del rey y se muestra impresionado por los cuadros de desnudo que tiene la colección así como por el tratamiento del tema mitológico.
Este cuadro es considerado el último bodegón de Velázquez, la última de sus cocinas, género en el que se había ejercitado en su etapa de formación sevillana y que le había dado fama de pintor realista, aunque fue repintado a la vuelta de su primer viaje a Italia introduciendo tonos ocres y abandonando excesivos tenebrismos de la etapa sevillana. Otro cuadro de esta etapa era el de La Vieja Friendo Huevos.
Velázquez pintó todo tipo de temas: retratos, paisajes, cuadros bélicos, religiosos, costumbristas y mitológicos. Llamamos así a los temas referidos a personajes de la antigüedad clásica griega y romana, dioses, semidioses, héroes que fueron llevados a la historia, el teatro y la literatura.
Los Borrachos – Características
La escena está admirablemente concebida por Velázquez. Dispone a los numerosos personajes en un espacio relativamente pequeño y en un plano inmediato al espectador; aún así consigue dar variedad y profundidad a la escena. En el último momento añadió los dos personajes en sombra que ocupan los ángulos inferior izquierdo y superior derecho, logrando así un equilibrio perfecto.
También el cuadro puede dividirse en dos mitades: la izquierda, con la figura de Baco muy iluminada, cercana al estilo italiano inspirado en Caravaggio, y la derecha, con los borrachines, hombres de la calle que nos invitan a participar en su fiesta, con un aire muy español similar a Ribera. En esta obra, Velázquez introduce un aspecto profano a un asunto mitológico, en una tendencia que cultivará aún más en los siguientes años.

Detalle del cuadro Los Borrachos con Baco y el joven.
Sentado sobre un barril, encontramos a Baco, bello joven con el torso desnudo y una aparatosa corona de hojas de parra. El dios de Velázquez recuerda claramente a los ambiguos y sensuales modelos de Caravaggio, infundiéndole, como el pintor italiano, un trasfondo reflexivo y serio que aleja la escena de la parodia ridícula.
El joven que se recuesta tras él, un sátiro tal vez, muestra una copa en la mano y en la cabeza una corona de hiedra, planta que, al igual que el vino y el propio Baco, se asociaban a los poetas y a la inspiración poética. Un soldado se arrodilla a los pies del dios en actitud un tanto mojigata, como si lo hiciese ante un santo; Baco le corona también con hiedra.
En estos dos personajes concentra Velázquez los colores más vivos y contrastados, el amarillo del soldado, el rojo y blanco del dios. Comparte protagonismo con el dios un sonriente personaje con un tazón de vino en las manos. Forma parte de un grupo de tipos populares, en verdad borrachos, pero de fuerte personalidad, que evidencian el naturalismo del pincel velazqueño.

Detalle del cuadro Los Borrachos con el conjunto de cacharros de barro o de vidrio dispersos por el cuadro.
Hay varios elementos que dan naturalismo a la obra como son la botella y el jarro que aparecen en el suelo junto a los pies del dios que por si solos componen un insuperable bodegón, o el realismo que presenta el cuerpo de este. Jugando con los brillos consigue dar relieve y texturas a la botella y al jarro creando un parecido con el bodegón.
El Triunfo de Baco – Estilo
Velázquez pinta este lienzo poco tiempo después de su llegada a la corte desde su Sevilla natal. Por ello, aunque los vivos colores se alejan ya de los tonos terrosos de su obra juvenil después de haber entrado en contacto con las ricas colecciones venecianas de su señor Felipe IV, aún perdura ese tenebrismo del Barroco inicial que le lleva a pintar una escena que, aunque desarrollada al aire libre, resulta tan artificialmente iluminada.
En el periodo barroco se generalizó la costumbre de popularizar a los personajes clásicos, convirtiéndolos en seres de carne y hueso, humanos normales y corrientes representados en actitudes y poses domésticas y cotidianas, logrando de esta manera una clara desmitificación de lo mitológico.

Detalle del grupo de borrachos absolutamente habituales y cotidianos.
Sin duda encontramos la influencia de Rubens, hay quien dice le aconseja directamente pintar el cuadro, también de Caravaggio con cuyas escenas de retratos de Baco existe conexión y también la influencia de Ribera en cuyos retratos de sabios extremadamente populares, que en muchos casos parecen mendigos, se inspira.
Conclusión
Con frecuencia se acusó a Velázquez, uno de los escasos pintores españoles que pintan escenas mitológicas, de tratar con poco respeto, en clave de burla, las hazañas y argumentos de los dioses clásicos. Lo que realmente hacía, guiándose de su magnífico realismo, era bajar a los dioses a la tierra de los mortales. La manera mejor y más realista de representar el triunfo del dios del vino -Baco para los romanos y Dioniso para los griegos- fue presentándole acompañado de un grupo de borrachos absolutamente habituales y cotidianos.
La finalidad de la obra, a día de hoy, sigue siendo una incógnita. Velázquez se aleja con ella del aspecto general de las obras mitológicas de la época, presentando a los personajes con un aspecto insólito, casi vulgar. Sin embargo, cada vez son más los autores que señalan hasta qué punto la propia naturaleza del mito báquico propiciaba la interacción de elementos fabulosos y referencias cotidianas.
Por lo anterior, se ha interpretado el cuadro como una alegoría sobre el vino, que no sólo tiene la capacidad de alegrar el ánimo de los hombres y llevarle a estados no racionales, sino que constituye un estímulo para la creación poética, como recordaban numerosos escritores españoles de la época de Velázquez.
Y si te gusta el vino tanto como te gusta el Arte de Velázquez, te invito a que prepares alguna receta del blog.
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